Diario de una espadista - Andrea Millán

La cama voladora: Korea

Porque todo lo que sube, tiene que bajar…

Daegu, Korea 2003

En este país asiático se estaba celebrando la Universiada Mundial, evento al que logré asistir gracias a mi primer lugar nacional y a una llamada que hice muy, pero muy a tiempo, preguntando quién iría. Evidentemente, mi nombre no aparecía en la lista gracias a la Federativa, así que llamé al Director del Consejo Nacional del Deporte de la Educación A.C ., mejor conocido por CONDDE y le expuse mi situación. Éste afortunadamente habló con la Federativa y le dijo que, si no iba yo, nadie de espada femenil iría (eso es poder, ¿no?). En fin, acabé asistiendo junto con la otra compañera que estaba propuesta.

En ese momento mi situación con la Federación era tensa como siempre fue, debido a que estaba entrenando con Domingo Ramírez, el entrenador de espada del equipo nacional de Pentatlón Moderno y a los ojos de la Presidenta de Federación, esto no era la óptimo. Fue gracias a ello que cada que podía, me castigaba por este hecho, aunque claro, yo buscaba la forma de defenderme, pero ante ese tipo de poder es complicado ganar batallas.

Domingo Ramírez, un moreno alto, delgado, vanidoso, coqueto y que usaba unos mini shorts para darnos clase y que además, se lucía dándola si había gente viendo. ¡Me mataba!, me traía de un lado para otro en la pista -fondo, dos pasos atrás, paso fondo tiempo a la mano flecha- era como ¡¡PUM!! ¡¡ZAZ!!! ¡¡PAM!!, de Batman y Robin, por supuesto. Bueno, él en ese momento me entrenaba a mí y a Daniel Weiss; ambos asistimos a Korea y habíamos quedado de apoyarnos en nuestras competencias el uno al otro, porque no llevábamos entrenador…Y aquí es donde empieza todo.Daegu2003logo

El día que Daniel compitió ya había tirado un asalto cuando yo llegué para comenzar a grabarlo, la competencia pasó y finalizó sin pena ni gloria para él y cada quien se fue a hacer sus cosas. El día había transcurrido bien hasta que llegué a mi cuarto, que era un departamento que compartíamos todas las esgrimistas, pero yo dormía en la cama que había quedado en la sala (bastante a gusto).

Dejé mis cosas y vi que en el lugar en donde debía estar mi cama, había escrito en un pedazo de cartón un mensaje; no recuerdo bien qué decía, pero lo firmaba Daniel Weiss. Tomé el pedazo de cartón, miré a mi alrededor y no veía mi cama, salí al balcón nada, salí al otro y ahí estaba, pero no la metí, la dejé ahí y fui en busca del Delegado de esgrima que era un señor de San Luis que no tenía ni la más mínima idea del deporte y le expuse lo que había pasado; para esto ya eran cerca de las 10 p.m.

Le dije: «fulanito, de tal si esto es una broma, lo cual no creo que sea porque yo no me llevo así con los del equipo, no está bien, no quiero tener problemas ni dárselos a nadie, así que por favor dígale a Daniel que quiero mi cama en su lugar como la dejé, gracias». Mientras eso pasaba me fui a dar la vuelta dentro de la Villa Universitaria, dejé que pasaran cerca de 40 minutos, regresé a mi cuarto y por fin mi cama estaba ahí.

Suspiré, me estiré y me dejé caer sobre la cama, cuando de pronto sentí como ésta se balanceaba. Asomé mi cabeza por debajo de la cama y, ¿qué crees? Daniel le había roto dos patas, una de cada esquina lo cual no permitía la estabilidad ni de la cama, ni de la situación. De nuevo salí, fui por el Delegado, lo llevé hasta el cuarto y le enseñé la hazaña del Weiss; claro para ese momento ya iban a dar casi las 12 de la madrugada, así que me dijo: ¿Puedes dormir en otro lado?, mañana arreglamos esto; así que caí en el piso del cuarto de mis amigas, Susanita y Miriam de TKD.

Pasé tres noches durmiendo en el piso, al amanecer del tercer día yo debía presentarme a tirar por equipos, cosa que había decidido no hacer y en su lugar, me fui a Seúl con los de TKD. Imagino tu cara lector, debes de estar pensando: «pero Andrea, ¡qué desfachatez ¿Cómo es posible? ¡Mis impuestos! Bla, bla, bla.

DAEGU

Te explicaré algo, durante esos tres días yo insistí con el Delegado que necesitaba mi cama para poder descansar bien porque estaba durmiendo en el piso, él solo me decía que ya lo estaba checando y lo arreglaría pronto (cosa que no hizo) y dos, estaba molesta con mi equipo -por así decirlo- porque, para que Daniel hubiera podido entrar al cuarto y hacer lo que hizo, alguien de «mi» equipo tuvo que haberle abierto la puerta, ¿estás de acuerdo? Ok, entonces, ¡qué equipo ni qué nada!

Regresé de Seúl ya en la noche y cuando estaba por entrar a la Villa, se me acercó un metodólogo cubano y me empezó a gritar varias cosas, por ejemplo: ¿Dónde estabas? ¿Por qué no te presentaste a la prueba por equipos? ¿Qué te pasa? Inclusive me dijo que él era más mexicano que yo -tssss, ahí sí me enchile- y le contesté lo suyo respectivamente.

Total que una hora después estaba sentada frente al Jefe de Misión -que no recuerdo quién fue- y a quién le expliqué todo con detalle. Él me escuchó atentamente y me dijo: «mira, para que ya no tengas más problemas con la gente de esgrima te vas a regresar mañana. Qué diplomático, ¿no crees? Yo no tenía ningún problema con nadie, yo era la que había tenido que dormir tres noches seguidas en el piso, ¿y así querían que compitiera?

«Ok», le dije, pero antes de eso había entrado al cuarto en donde estaban reunidos todos los de esgrima, incluidos entrenadores y les había confiscado una botella de tequila y otra de ron -o quién sabe qué era- y se las lleve al Jefe de Misión y le dije: «Esto sí debería de estar prohibido y castigado». De eso no paso nada, obviamente y yo regresé a mi cuarto a hacer maletas, porque al día siguiente, muy temprano, tenía que estar en el aeropuerto para regresar a México y así fue.

Semanas después la Presidenta de federación me citó a una reunión en donde estaba todo el consejo directivo; su intención era castigarme por no haber tirado la prueba por equipos pero, cuando me presenté junto con mi abogado casi se le caen los calzones. No procedió el castigo, pero de haberlo hecho hubieran sido dos años.

El abogado me lo consiguió amablemente Yolitizin Martínez, de quién ya les platiqué y así pude salir limpia de algo que ni siquiera yo comencé. Daniel Weiss jamás me dijo porqué había actuado así y tampoco se disculpó, claro está. Hasta la fecha no me arrepiento de no haber tirado la prueba por equipos, pues como dice el dicho: «más vale morir de pie que de rodillas».

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