Diario de una espadista - Andrea Millán

Oda a mi madre

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Sé que en realidad este escrito que estoy a punto de compartirte no es realmente una Oda porque no es un poema pero estaba entre ese título o este: «A mi madre le sobran pelotas» título que se presta a múltiples interpretaciones por lo que preferí el primero, aunque el segundo hace referencia a dos cualidades de mi madre: el coraje y el valor y también señala una de sus más grandes pasiones: el basquetbol (de ahí las pelotas), pero bueno una vez hecha la aclaración del título, comenzaré.

En la vida de cualquier persona no hay personaje más importante que nuestra madre. En mi caso ella ha sido la persona pilar y hoy quiero dedicar este espacio a ella por ser su cumpleaños número 70. María Cristina González Sierra la culpable (junto con el otro occiso, mi padre) de que hoy me encuentre aquí en este mundo compartiendo mis aventuras y desventuras con todos ustedes fue la primera mujer en impulsar, literalmente, mi carrera a los tres años de edad en la pista del Comité Olímpico Mexicano poniéndose en la meta junto a mi muy amado biberón. He de decirles que su estrategia, aunque bien pensada, no funcionó, pues no corrí los 20 metros que me separaban de mi «lechita».

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Mi madre es una apasionada del deporte desde su juventud lo que la llevó a ser atleta participando en competencias de basquetbol, velocidad y medio fondo. Contemporánea de Queta Basilio, primera mujer en la historia de los Juegos Olímpicos en prender un pebetero lo cual sucedió en México 1968 y Charlotte Bradley Reus nombrada como la mejor corredora de todos los tiempos a nivel nacional e internacional en la prueba de 800 metros. Mi madre por su parte, estudió en la Escuela Militar de Educación Física por ahí de los años setentas, fecha en la que la milicia tenía convenio con el Comité Olímpico y por lo tanto, había muy buenos entrenadores (maestros) extranjeros, ella se dedicó al 100% al basquetbol siendo asistente y años más tarde entrenadora de la Selección Nacional Varonil.

Mi madre me enseñó a jugar basquetbol (obviamente) y a los siete años fui Campeona Estatal infantil de fundamentos de basquetbol, fundamentos que aún hoy 30 años después no he olvidado, por si alguno de ustedes lectores se quiere apuntar a un veintiuno conmigo. Una excelente entrenadora, querida y respetada por sus alumnos que ha dejado enseñanzas de vida dentro y fuera de la cancha.

Pero bueno a todo esto he de decirles que no hay lucha, ni esfuerzo, ni derrota, ni distancia que haya separado a mi madre de mí. En cada uno de mis pasos como atleta más que mi fan, fue mi guía y mi soporte sobre todo en los momentos en que tuve que nadar contra corriente, cuando de pronto dejaba de creer en mí ella estaba ahí para decirme «lúchale cachita ¿qué puede pasar? o para decirme -Andreita que bueno que ganaste pero ¿por qué no la dejaste en cero?- o la que se sentó junto a mí para exigirle al presidente de Federación que me apoyara cuando ellos decían no conocerme, o la que a me respondió -ponte a entrenar-cuando le dije que yo también quería viajar como mi hermana jajaja esa es mi madre, la mujer que ha defendido a capa y espada a cada uno de sus cinco hijos.

La que ha sufrido conmigo castigos injustificados, señalamientos inadecuados, éxitos inesperados, luchas perdidas…la que al final de mi carrera como atleta, se sentó todos los días junto a mi durante más de un mes antes de irse al trabajo, para decirme: «hija, no te preocupes, todo va a estar bien, vas a salir adelante» en ese momento en el que yo no entendía muy bien por qué me lo decía, ni por qué lo hacía a las cinco de la mañana (en buena onda Ma jaja).

Mi madre no fue la típica madre porrista, no fue a todos mis competencias pero estuvo en las más importantes. Fue la que mandó imprimir un letrero para mi competencia en Juegos Panamericanos en 2011 (que por cierto aún tengo). Sigue siendo aún la que a cada regreso me prepara mi comida favorita, es la que cuando le llegué por sorpresa después de dos meses de gira me vió, se puso pálida y me abrazó claro, después me dijo que no volviera a hacerle eso jajaja.

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En fin no hay atleta que llegue solo, los hijos tenemos a nuestros padres como modelos, como fans, como guías, como patrocinadores, como todo y es justo de pronto, hacer un alto para poder agradecer y en este caso yo, a mi madre y a mi padre por los genes, los valores y principios que me dieron y por los sueños que siguen apoyando aún en la distancia.

Felices 70 años «Cristinita» gracias por traerme a este mundo y a este país y compartir conmigo este extraordinario viaje de 37 años más 9 meses de gestación… a sí lo olvidaba, gracias por compartir tus pelotas conmigo en todos los sentidos jajajajaja.

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